martes, 14 de agosto de 2012

El saber amar.

Nadie puede afirmar con exactitud qué significa "amar". Yo creo que aunque cada uno le dé su matiz personal, en general hay dos tipos de respuesta, y ahí se ve quién sabe amar y quién no.

No es que me dedique a preguntarle a la gente por la calle, "oye, ¿para ti qué es amar?", pero me doy cuenta de detalles. Hay personas que dicen que saben amar, que abrazan al amigo que lo esté pasando mal, pero luego ven a un desconocido llorando a lágrima viva en el parque y lo miran extrañados, confusos, y se sienten incómodos porque si esa persona fuese su amigo (y evidentemente lo está pasando mal) irían a abrazarle. ¿Y por qué no va? ¿Por qué esa distinción? O cuando te cruzas a otras personas por la calle. ¿Por qué sólo sonreír alegre a aquel cuyo nombre ya conoces?

Cuando aprendes a amar no sólo amas a las personas (o a tu perro, o incluso a tu pez). Amas la vida, le sonríes casi hasta a las farolas de la calle. No es que vaya abrazando desconocidos o farolas cuando salgo. Insisto en que me fijo en detalles.

Yo todo esto de amar lo he aprendido ahora. Antes pensaba que sabía amar. Pero sólo amaba "lo que tenía", como mucha otra gente. ¡Menuda gilipollez, ¿verdad?! ¡Como si en esta vida pudieramos tener algo!
Y cuando ella se tuvo que ir de aquí...cuando dejé de tenerla, cuando el mundo entero dejó de tenerla, ¿sabéis lo que hicieron las flores? Nada. Yo a punto de desangrarme por dentro, yo sintiendo el dolor más sobrecogedor que haya podido imaginar nunca. Y ahí seguían las flores, las hijas de puta tan preciosas como siempre. Y el mundo siguió. Las calles no estaban más tristes (yo sí). En esos momentos casi ni quería salir a la calle. Porque quién va a querer ver cómo sigue existiendo alegría a pesar de estar yo sufriendo tanto.

Me enfadé un poco con las flores, y con la propia alegría. Estaba tan mal, tan deprimida, tan decepcionada que no me cabía en la cabeza que al mundo le diera igual. Y entonces empecé a pensar cosas como "bueno, si a las flores no les ha impedido seguir igual de preciosas toda esta mierda, lo mismo yo puedo hacer algo conmigo y con mi sonrisa, que a saber dónde me la olvidé."

Aceptar. La mayor fuente de decepciones en la vida es "esperar" en lugar de "aceptar". No creo que mi perra piense "espero que haga un día precioso para ir al parque". No, yo creo que ella disfruta del parque y del día precioso, y si hubiera llovido, disfrutaría de la lluvia en el salón. Porque no puede condicionar su felicidad al hecho de que haga un buen día o no. Pues así con todo. No hay que esperar. Las cosas llegan solas.

Así que ahora estoy en ese punto de amar todo cuanto me encuentro. Y de alegrarme por todo lo que puedo. Que esto no quiere decir que ya no me duela. O que para mí las calles no estén un poco más tristes sin ella, joder, claro, la echo de menos. Pero no puedo hacer nada, más que sonreír porque por lo menos puedo seguir caminando por las calles. Alegrarme de que existan las suficientes cosas buenas como para que el mundo no se apague por lo que haya pasado. Y sonreír por ella.


4 comentarios:

  1. Muy muy buena entrada, de verdad. Sigue así.

    ResponderEliminar
  2. Claro que sí, todo es perfecto, hasta la tristeza, y lo más inteligente es aceptarla para que la vida entre en tromba. Genial.

    ResponderEliminar
  3. Genial reflexión, deberíamos (yo y más de alguno) aplicar a nuestra vida alguna línea. Sigue así.

    ResponderEliminar