viernes, 20 de diciembre de 2013

Ruf


Qué te puedo contar de ella. La he dejado y se ha atrevido a mirarme por dentro. Me ha visto realmente desnuda. Me ha visto rota y me ha ayudado a recomponerme y me ha acariciado los miedos y el cuerpo, y las cicatrices, y los recuerdos. Ha visto mi lado más frágil, también mi lado más tierno. Y el más salvaje. Y me ha visto enfrentarme al miedo. No le he hablado demasiado de ti, pero porque no puedo.

Cómo no iba a enamorarme. No sabes la manera en que me mira, su forma de besarme. Cuando me abraza por la espalda y me acaricia el cuello, y cuando sus dedos se enredan en mi pelo, y cuando justo antes de dormirme me susurra "te quiero".

Y las conversaciones. Y los paseos. Y cómo me rompe los esquemas. Y cómo consigue que los problemas sean menos problemas, o al menos, hacerme ver que preocuparse tanto no merece la pena. Y las risas durante la cena y cómo tengo que acosarle para conseguir que nos hagamos una foto. Y los más de cien besos como poco que le doy ya en la cama. Y la sonrisa por la mañana por su cara al despertarse, y su forma de rascarse los ojos y la mejilla, y cómo se me olvida hasta que el tiempo existe.

Y cómo mataba por tenerla ahora entre los brazos. Y cómo hace que tampoco exista el fracaso, o no me importe. Y el tacto de sus labios, y y sus manos, y su sonrisa a dos milímetros antes de rozar mi boca, y la manera en la que me toca y me enloquece, y las veces en las que esboza un mapa en mi espalda con las yemas de sus dedos.


Y lo que daría por mi beso de buenas noches. Y lo poco que me queda para tenerlo.

miércoles, 9 de octubre de 2013

El vorágine.

En estos últimos días (tal vez semanas) he vivido, y en consecuencia sentido, como un millón de cosas diferentes.
Tengo todos los duendes confusos. He sentido la mayor felicidad, la mayor paz. Y también mucha ansiedad, y nostalgia a ratos, me he enfadado, he estado exhausta y eufórica. Satisfecha y frustrada. He querido desaparecer y quedarme para siempre. He estado nerviosa, melancólica, extremadamente alegre, extremadamente asustada. Tensa y relajada.

A veces todo a la vez. A veces, nada de nada. He latido versos. Me he quedado sin palabras. He tenido pesadillas por las noches y he vivido sueños por las mañanas. Me he sentido igual que cuando te estás quedando sin aire y sacas por fin la cabeza del agua. Me he sentido ahogada.

Las ojeras son ya tan frecuentes como las propias gafas. Me he visto al borde del colapso y sin embargo siento aversión por la almohada.

Me he callado muchas cosas, y he dicho otras que sobraban. No puedo hacer balance de cómo me encuentro, hay demasiados frentes abiertos ahí dentro.

No soporto el ruido. No soporto el silencio. Amo y odio el espacio y el tiempo.
Nunca había vivido en polos opuestos. Y es que, cuanto más arriba, también mas lejos. He volado libre, he sentido vértigo. Orgullo y vergüenza. El abrazo más cálido. El frío más gélido. Me he sentido capaz de todo y paralizada de miedo.

El caso es que no duermo. Que suspiro, que respiro, que vivo, que muero, que muerdo, recuerdo, escribo, quiero.

Que yo quiero soltarlo todo. Lo que pasa es que no puedo.

Esta noche parece una más de insomnio. Y a ver a cuántas llego.


martes, 16 de julio de 2013

¿Y luego qué?

Si la realidad política y social ya era insostenible en cuanto a número de desahucios, los recortes y privatizaciones en sanidad y educación, el continuo aumento del desempleo, la prioridad de la deuda "pública" (contraída, ya sabemos todos, por entidades privadas) sobre todo lo anterior, es decir, el rescate de los bancos en lugar del rescate a las personas, las recientes publicaciones de las cuentas del PP, los SMS entre Rajoy y Bárcenas etc presagian la caída de este gobierno.

Estamos de acuerdo en que no podemos seguir siendo gobernados por un partido corrupto, que ha actuado y actúa como mafia, que miente no sólo en su programa electoral sino en cada declaración que hace, que compara los movimientos sociales con terrorismo cuando es la mayor institución terrorista que existe en este país. Queremos que se vayan. Entonces, ¿qué hacemos? ¿elecciones anticipadas?

Vamos a pararnos a pensar. No se trata de un problema de un partido podrido, ni de que el bipartidismo fuera vendido e impuesto en su momento como modelo único (modelo que, todo sea dicho, consiste en cambiar de nombre y color cada 4-8 años, no cambiando nada en realidad) el problema es un sistema podrido.

¿Y el resto de partidos que existen? Dado el actual sistema, no existe garantía alguna de que cualquier partido sea mejor ni distinto de que lo que ya conocemos. No se trata en delegar en un nuevo nombre y color. No se trata de cambiar de políticos, se trata de cambiar la manera de hacer política. Toda institución que posea la capacidad de tomar decisiones que afectan a la vida de todos los españoles está sujeta a la posibilidad de corromperse y dejar a un lado las consecuencias de tales decisiones sobre la vida de las personas en beneficio propio (o en beneficio de quien ofrezca más dinero) si las personas no tenemos un control sobre las instituciones.

Es necesaria la posibilidad de participación activa. Es necesaria la posibilidad de derrocar a quien forme parte del gobierno si no está gobernando bien. ¿Por qué esa impunidad? Cualquiera de nosotros somos despedidos si no somos buenos profesionales, más aún deberían ser despedidos aquellos cargos públicos que fracasen como profesionales en su ámbito.

Una ciudadanía despierta y activa es la única posibilidad de no volver a caer en esto, de evitar que en un momento de crisis como el que venimos viviendo, si se produjera un vacío de poder, este fuese ocupado por un nuevo demagogo de turno que asegure que todo va a ir bien, que lo dejemos en sus manos.

Ya basta de que otros piensen, decidan y actúen por mí. Ya es hora de la democracia desde abajo.


sábado, 13 de julio de 2013

Mis cicatrices.

 Yo nací con un hemangioma cavernoso hereditario. Venía a ser una mancha rosa de nacimiento, que luego se fue haciendo un bulto que decidieron quitarme por lo que pudiera pasar.

El caso es que yo estaba tan acostumbrada a tener el bulto rosa (tenía hasta nombre, Pepito) como estoy ahora a verme la cicatriz, que viene a medir unos 8-10 cm.

Pero hoy, no sé por qué, he reparado en ella. En que nací con esa zona marcada y aunque ahora no sea la misma marca, la voy a tener hasta que me muera. Antes era algo que podía hacerme daño. Ahora es algo curado. ¿Moraleja? Aunque cures un daño, queda marca. Para siempre. Y no es sólo una cuestión de aspecto. Mi piel no es igual al tacto.

Pues por dentro pasa lo mismo. Por dentro estoy hecha prácticamente de cicatrices. Quiero decir que aunque son cosas que ya están cosidas, han dejado un tacto extraño. Y algunas se abren. Y otras se han hecho tan fuertes.

Cuando alguien me ve sin ropa por primera vez y llega a la cicatriz, ahí me empiezo a sentir desnuda. Soy muy sensible con ella y salvo que sea con mucha, mucha delicadeza y muy despacio, prefiero que nadie toque, acaricie ni bese.

¿Y por dentro? Lo mismo. Sólo que ahí no hay ropa que quitar, hay muros que romper. Y desnudarme por dentro siempre me ha dado miedo y vergüenza a partes iguales. Y salvo que sea con mucha, mucha delicadeza y muy despacio, prefiero que nadie toque, acaricie ni bese.

lunes, 1 de julio de 2013

Desde las entrañas.

Ya que últimamente he intentado mucho ordenar emociones y pensamientos y plasmarlos en el papel y ninguno de esos intentos ha sido efectivo, voy a asumir mi entropía emocional y a hablar desde el más puro desorden. Sin pretensiones. Ni siquiera la de tener sentido. Bueno, mentira. Pretendo terminar leyendo lo que siento. Terminar escribiendo lo que no quiero sé decir. Lo que no quiero pensar. Lo que no quiero sentir.

Me dijo que nunca había querido a nadie. Y yo no tenía por qué ser una excepción.

También me dijo que le gustaba pasear conmigo. A mí no se me ocurre que pudiera haberme dicho nada más grande. Que camas y sexo se tiene con mucha gente, pero el compartir "algo más" no. Creo que eso es lo que ha perdido. Que ya soy sólo conversaciones, risas y sexo. Escuece. Yo soy capaz de quitarme la ansiedad a sacudidas contra la pared,  pero no puedo mirar a nadie como la he mirado. Sonrío, claro. Pero no es esa sonrisa. La suya.

Y no quiero hablar del tema. Porque no quiero escuchar lo que he escuchado. Imagínate tú que algo fuera verdad, por muy poquito que fuera. Qué daño.
Que yo no he significado para ella lo que ella para mí (ni tiene por qué, pero de ahí a que haya sido un pasatiempos...)

Otras veces pienso que no tiene por qué haber perdido nada, que simplemente no es el momento. He hablado de mi sonrisa y de cómo la miraba. Pero cómo me sonreía y cómo me miraba. Aunque creo que esto lo pienso sólo para que me duela menos. ¿Te imaginas que la viera y yo sonriendo hasta con los ojos y ella sonriéndome como a una amiga a la que aprecia? Qué palo.

A fin de cuentas, ahora mismo me he quedado sin paseos, sin ver películas enganchada a su pierna, sin sus buenas noches y sin sus conversaciones. Vamos, que la he perdido. Qué putada.

Y qué incertidumbre, ¿no? El sentir que estoy de más. Que no le apetece hablar conmigo. Que hago el ridículo. Que no me doy a valer. Pero coño, es que es verdad. Es que puede contar conmigo si lo necesita. ¿Eso es no tener dignidad? No sé. Yo creo que es no tener dignidad si la otra persona abusa del hecho de poder contar contigo. Y no es el caso. No quiere hacerme daño, y lo sé.

Y bueno. Yo voy a estar bien. Esto es ahora que he explotado. Y espero que ella ya lo esté.

domingo, 16 de junio de 2013

La II Guerra de los duendes Conscio y Subsconcio.

Conscio: ¡Que no puedes hacer nada!

Subsconcio: ¡Que la quiero!

Y así.

Duodécima parte. Premisas para (sobre)vivir.

1. La estabilidad no existe. Macro ni microscópicamente: cada circunstancia/aspecto de la vida puede cambiar en cuestión de segundos, nada es fijo, hay compuestos químicos "estables" que en realidad alternan una conformación con otra continuamente, su estabilidad reside en el cambio.

2. Todo termina. Lo material y lo inmaterial. Comprendiendo que todo es finito, más allá de caer en un pesimismo con ideas como "nada merece la pena porque nada permanece" eres capaz de disfrutar ese algo en cuestión precisamente por su fugacidad. Mientras exista, disfruta.

3. Todo sigue (todo pasa). Esta premisa parte de la anterior y significa que aunque es un hecho de que todo es finito, cuando algo termina el resto de cosas permanece.

4. El momento (El tiempo no existe). El pasado no se puede cambiar, el futuro es incierto, así que vive en el momento, que el tiempo sólo existe porque lo quisimos inventar. No me gusta medir el tiempo en años, días, horas, minutos o segundos. Estas unidades han sido inventadas por nosotros para facilitar el orden de los momentos, que para mí son cada una de las experiencias que vivimos (es el ahora y el conjunto de circunstancias que le acompañan: dónde te encuentras, con quién, haciendo qué, cómo te sientes; y este cambia cuando cambia cualquiera de las circunstancias).

5. El millón de posibilidades. Asumiendo que todo lo que tenemos es el momento y que este puede ser infinitamente distinto un momento después, es evidente que lo que hagamos-no hagamos, digamos-no digamos e incluso pensemos-no pensemos, influye en el momento siguiente, y de una forma natural procuraremos que nuestras acciones, entendidas como cada una de las tres variables anteriores (y alguna más) irán encaminadas a los momentos que de algún modo queremos vivir (conseguir nuestros objetivos). Vivir el ahora no significa no tener metas, significa que las conoces y las dejas en un segundo plano para ir a conseguirlas, porque si permaneces en esas ideas, no tienes poder de acción para hacerlas pasar de ideas a momentos reales.

6. Lo que está en mi mano. La premisa anterior es aplicable a las circunstancias sobre las que tenemos cierto control, pero existen muchas más para las que somos meros espectadores o tenemos una influencia ínfima (por ejemplo, podemos solicitar un empleo, mostrar nuestras mejores habilidades y tener la mejor actitud para conseguirlo, pero es todo lo que podemos hacer, que suceda o no, depende de algo más). Por eso, siempre hay que tener en cuenta que aunque estemos actuando de manera que vivamos la vida que queremos vivir y seamos quien queremos ser, no todo depende de nosotros, por lo que debemos asumir de antemano que las circunstancias, muchísimas veces, no nos van a ser favorables.

7. Aprender a no esperar. Esto se deriva de lo anterior, no tiene sentido esperar que circunstancias que nada tienen que ver con nosotros sean de una forma u otra.

8. No tener miedo (El fin de los ¿y si...?). El miedo es un instinto, que surge ante un posible peligro; dado que en lo conocido creemos no estar expuestos a demasiado peligro, es frecuente tener miedo a lo desconocido, al cambio de las circunstancias. Pero, y prometo no mencionarlo más veces, las circunstancias no dependen de nosotros, es tan absurdo esperar algo como temer algo.  Por tanto, es igualmente absurdo actuar (hacer/no hacer, decir/no decir) con influencia del miedo. Con esto se eliminan los molestos "¿y si...?", porque en cada momento se ha actuado según lo vivido-experimentado en él.

9. Lo que queda (eres tú). Lo único que con certeza no se va a terminar hasta que no termine tu vida, es tu vida. Lo único que no vas a perder a pesar de perderlo todo eres tú, aunque siempre puede uno perderse un poco.


Y, sin embargo, no quiero que termine aquí.

(Nota titulada "Lo que de momento he aprendido como cazarrecompensas", encontrada en un campamento a mitad de camino del cielo y el mar)

miércoles, 12 de junio de 2013

Microrrelato.

Normalmente, escribo para saber lo que pienso sobre algún tema.
Y resulta que, sobre este tema, no quiero ni escribir.

viernes, 4 de enero de 2013

Undécima parte. La aparición del Monstruo.

Llevaba apenas una semana de nuevo en su choza cuando el Monstruo finalmente apareció.

Siempre sentía el mismo nudo en el estómago, el mismo escalofrío, las mismas náuseas, el mismo sudor frío en la frente sin importar cuántas veces le hubiera visto antes. Sólo que cada vez estaba más deformado, más grande, más podrido, más sediento, más enfurecido.

La cazarrecompensas tardó una fracción de segundo en recuperar el color, respirar y llevarse las manos a la cintura para coger sus cuchillos.

- Ya sabes...que no vas...a conseguir...nada... - gruñó el monstruo antes de abalanzarse contra ella y con un sólo brazo dejarla inmóvil contra la pared, apretándole la garganta.

La cazarrecompensas consiguió clavarle un cuchillo, y, al hacerlo, se le abrió a ella una herida exactamente igual a la que produjo.

Gritó.

El monstruo se sacó el cuchillo como quien se quita una pelusa y conmenzó a golpearla una y otra vez.

Llegado este punto, intentar defenderse era un gasto de energía estúpido. Así que aguantó.

Con heridas en la frente, los labios, el pecho, las muñecas y el vientre, la cazarrecompensas miró detenidamente desde el suelo, encogida y temblando, cómo se marchaba el monstruo de su choza.

Llevaba años intentando acabar con él. Años luchando contra él y haciéndole más fuerte en vez de debilitándole. El monstruo se lo había llevado todo. Fue el motivo por el que se hizo cazarrecompensas. Es el monstruo quien más daño le había hecho nunca, y también quien más cosas le había enseñado.

Quien le enseñó que pueden arrebatártelo absolutamente todo en un segundo. Quien le enseñó a ver la belleza en todo lo que no había destruido, e incluso en las ruinas de lo que sí destruyó.

Pero por mucho que hubiera aprendido, tras cada encuentro con él sus fuerzas siempre flaqueaban. Entre sollozos, pudo articular "¿Por qué no me matas de una puta vez?".

miércoles, 2 de enero de 2013

El éxito (primera parte).

Partiendo de la base de que el lenguaje es una simple herramienta que utilizamos para intentar referirnos a conceptos abstractos, y que la relación que guardan muchos de esos conceptos con las palabras que nos hemos inventado para designaros puede llegar a ser muy subjetiva -lo cual en realidad es la causa de muchos de nuestros conflictos interpersonales-, es indudable que existe un valor "normal" para cada concepto.

 Este valor normal con frecuencia nos es inculcado y mostrado no sólo como deseable, sino como único. Y como la sociedad y el mundo cambian continuamente, según qué momento se nos impondrá un cánon de normalidad concreto.

Hablando del éxito, no tengo ni idea de qué definición tiene en un diccionario, pero hace tiempo que se nos viene diciendo que éxito es tener cuanto más dinero mejor, un coche cuanto más lujoso mejor, una casa cuanto más grande -y por mucho que contenga habitaciones cuya existencia careczca totalmente de sentido alguno- mejor, cuanto más, más, más, y casi siempre material, mejor.

Ese no es mi éxito. No es a lo que yo aspiro. Ni al éxito como reconocimiento social, que es otra acepción frecuente.

¿Y qué si yo necesito menos? ¿Es que de verdad necesitamos tantas cosas? En los tiempos que vivimos, lo más seguro es que tarde mucho tiempo en encontrar un trabajo, más aún un trabajo que se corresponda con mi formación. Y seguramente viva de alquiler. Y seguramente no tenga un coche. Pero insisto en que me da absolutamente igual. Éxito es vivir, es no dejar de ilusionarse, es no dejar que te aplaste este sistema.  Éxito es aprender que la felicidad -que es otra cuestión- está en ti y no en lo que tienes, porque todo lo que tienes está sujeto a ser perdido, tampoco en las circunstancias, porque estas, en cualquier momento se pueden volver muy putas.