viernes, 12 de septiembre de 2014

Correspondencia.

"Ruf, el monstruo no me deja dormir. Apareció hace un par de semanas, pero ni de lejos tan agresivo como suele ser. Parecía más bien resentido. Admito que no salí demasiado bien parada en nuestro último enfrentamiento, pero lo cierto es que, al final, él tampoco.

La bestia acabó conmoviéndome, y aunque me llevé algún arañazo y algún mordisco, conseguí que esta vez no me atacara.

Le he hecho una caseta junto a mi choza. De momento está encadenado a una estaca por las noches, por si acaso. A lo mejor por eso no me deja dormir a veces. En fin, ya te iré contando.

Quería agradecerte tu ayuda a la hora de aprender a derribarlo (aunque, siendo totalmente sincera, imaginaba que esta particular guerra terminaría con él o conmigo muertos, no on el monstruo en mi jardín).

Ruf, no me gusta decirte que te echo de menos. Que tu sonrisa ya ha trascendido toda poesía. Pero no cualquier sonrisa. Esta, la mía. Que mataría por poder explicarle a mi almohada que tenías que marcharte, que sea paciente, que vas a volver.

Yo lo entiendo, son mis brazos, que por inercia te buscan por las mañanas.
Yo lo entiendo. Pero no sé explicarle a mi piel que la tuya está tan lejos, a mis dedos que no pueden recorrerte, a mis labios que el beso de buenas noches esta noche ha de ser un suspiro, al corazón que no se acelere, a los salientes de mis caderas que dejen de preguntar por tus dientes, ya mis ojos...a mis ojos no sé ni por dónde empezar".

Carta encontrada junto a una estaca en el jardín.