jueves, 12 de julio de 2012

Sexta parte.

Un día, cuando la cazarrecompensas regresó de una de esas misiones que de tiempo en tiempo emprendía al castillo, la princesa le invitó a cenar en su compañía.

- Pareces estar realmente cansada. ¿Te hirieron acaso anoche? ¿Dónde estabas?

- No te preocupes, princesa, sólo fue una más de mis batallas. Ya he regresado, y de una pieza, qué más da dónde se librara.

- ¿Cómo supiste encontrar mi llave? ¿Cómo supiste con tanta exactitud dónde se hallaba?

- Digamos que tuve que dar algo a cambio. Pero esa cuenta ya está saldada.

- ¿Me responderías qué es si te preguntara?

- Para devolverte la llave de tu mundo, la llave del mío debía ser duplicada.

- ¿Y no supone eso una amenaza? ¿No podría ahora cualquiera encontrarla?

- La llave está en el castillo, sólo tú puedes alcanzarla. Yo conservo mi propia llave, pero con la copia no estoy vinculada. En tus manos está adentrarte en mi mundo y conocerlo cuando de este estés saturada. Entra y sal cuando te apetezca, pero, por favor, no rompas nada.

- ¿Acaso te gustaría que te devolviese tu llave cuando la encuentre?

- Cuando la tengas, podrás quedártela, devolvérmela o destrozarla. Su creación fue la ofrenda reclamada, sólo tuya es la libertad de cómo utilizarla.

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