martes, 10 de julio de 2012

Cuarta parte

Durante las semanas siguientes la cazarrecompensas vivió en los jardines ddel castillo; casi todas las mañanas se acercaba a las clivias que había plantadas bajo la alcoba de la princesa; le cantaba hasta que se asomaba por la ventana; le daba sonriente los buenos días y se volvía a marchar.

Abandonaba el casrillo con frecuencia; muchas veces durante días y, en estas ocasiones, solía volver oliendo un poco a mar.

En otras sin embargo regresaba llena de magulladuras y heridas a los jardines, y sollozaba con melancolía sin poder evitar romper a llorar.

Una noche salió la princesa del casrillo en plena madrugada y vio a la cazzarecompensas despierta tiritando de frío.

 Te he traído una manta. ¿Por qué sigues en los jardines? - Preguntó la princesa sentándose al lado de la chiquilla.

- Gracias. Bueno; está claro que me he quedado por si necesitabas alguna misión más.

-¿De verdad? -con cierto asombro- ¡No me lo puedo creer! Hay mil cosas en las que podrías ay haberme ayudado en el castillo, ¿cómo se te ocurre quedarte en el jardín? ¿Esperabas que te rogara ayuda?

-¿Cómo se te ocurre a ti pensar que voy a instalarme en tu castillo sin que me digas nada? Fui siempre a cantarte bajo la ventana, para que me invitaras  a entrar si así lo querías. Yo vine a mostrarte dónde estaba tu llave, y tu llave aquí está.

- Es que no recordaba cuánto dolor había encadenado, no recordaba qué es la libertad-  La princeas estaba abatida- estoy asustada. Me da tanto pánico el fracaso como la felicidad. No podría volver a caerme y levantar. Siento que mi corazón no aguantaría una sola caída más.

-Tranquila. ¿Puedo abrazarte? - Y mientras la abrazaba habló bajito al óido- es normal que tengas miedo, preciosa, llevabas un gran peso a tus espaldas. Pero ya no estás sola, sabes dónde encontrarme.

Se miraron durante un momento. Luego la cazarrecompensas añadió:

- ¿Y qué te trae por los jardines a estas horas?

- No estoy segura. No podía conciliar el sueño, me estaba asfixiando entre esas cuatro paredes y pensé que un poco de aire me vendría bien.

- ¿Quieres que me invente un cuento para ti? O podrías pedirle a algún siervo que tocara el piano para ti. Concentrarte en la melodía puede ser un buen remedio para no pensar en las cosas que te inquieten y que, tan mezquinas, quieren arrebatarte algo tan preciado y tuyo como tu sueño.

- ¿Acabará algún día este pesar?

- Hace ya un tiempo que tu pena comenzó a terminar.

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