miércoles, 11 de julio de 2012

Quinta parte.

Así que la cazarrecompensas se acabó instalando en el castillo de la princesa.

La habitación que le habían preparado estaba en la planta más alta. La muchacha así lo prefería; pues deseaba estar "tan cerca del cielo como sea posible; sobre todo cuando quiero descansar."

Podía acceder a los tejados del castillo y; de hecho, era un hábito que rápidamente adquirió; en especial de madrugada.

La princesa a veces se preguntaba si tendría en algún lugar una casa, ya que aunque a veces le contaba historias de viejas batallas, lo cierto es que de sí misma poco hablaba.

A veces podía notar tristeza en su mirada, en su voz, o en sus palabras; pero la cazarrecompensas casi nunca parecía darle importancia si le preguntaba. "Viejas heridas de guerra." Y se marchaba.

En el castillo siempre había quehaceres, y desde que se corrió la voz en el reino de que la princesa había rescatado su corazón las visitas nunca cesaban. Cada día había en la puerta cientos de pretendientes tratando estúpidamente conquistarla.

-¿Qué piensas de todo esto cazarrecompensas? Me siento un poco abrumada. Todo el que viene al castillo asegura que va a hacerme feliz. Todos aseguran que junto a ellos yo dejaría de sufrir.

- Princesa...tu felicidad no está en unos labios. Ni en los de quien te haya besado en el pasado, ni en los que tienes delante, ni en ninguno de los que hoy te han hablado. Puede que tengas la llave de tu corazón, pero tu alma no la has liberado. No podrás nunca enamorarte hasta que no quede ni un ápice encadenado. Lo sabrás porque lo verás todo diferente. Porque verás siempre algo nuevo por cada camino, aunque ya hayas mil veces pasado. Disfrutarás del aire, de la arena; supongo que te resultará un poco raro. Disfrutarás también de cosas que seguramente ya habías olvidado. Serás feliz sin necesitar nada más que a ti misma y yo...yo sólo espero poder estar entonces a tu lado.

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