viernes, 20 de diciembre de 2013

Ruf


Qué te puedo contar de ella. La he dejado y se ha atrevido a mirarme por dentro. Me ha visto realmente desnuda. Me ha visto rota y me ha ayudado a recomponerme y me ha acariciado los miedos y el cuerpo, y las cicatrices, y los recuerdos. Ha visto mi lado más frágil, también mi lado más tierno. Y el más salvaje. Y me ha visto enfrentarme al miedo. No le he hablado demasiado de ti, pero porque no puedo.

Cómo no iba a enamorarme. No sabes la manera en que me mira, su forma de besarme. Cuando me abraza por la espalda y me acaricia el cuello, y cuando sus dedos se enredan en mi pelo, y cuando justo antes de dormirme me susurra "te quiero".

Y las conversaciones. Y los paseos. Y cómo me rompe los esquemas. Y cómo consigue que los problemas sean menos problemas, o al menos, hacerme ver que preocuparse tanto no merece la pena. Y las risas durante la cena y cómo tengo que acosarle para conseguir que nos hagamos una foto. Y los más de cien besos como poco que le doy ya en la cama. Y la sonrisa por la mañana por su cara al despertarse, y su forma de rascarse los ojos y la mejilla, y cómo se me olvida hasta que el tiempo existe.

Y cómo mataba por tenerla ahora entre los brazos. Y cómo hace que tampoco exista el fracaso, o no me importe. Y el tacto de sus labios, y y sus manos, y su sonrisa a dos milímetros antes de rozar mi boca, y la manera en la que me toca y me enloquece, y las veces en las que esboza un mapa en mi espalda con las yemas de sus dedos.


Y lo que daría por mi beso de buenas noches. Y lo poco que me queda para tenerlo.

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