miércoles, 9 de octubre de 2013

El vorágine.

En estos últimos días (tal vez semanas) he vivido, y en consecuencia sentido, como un millón de cosas diferentes.
Tengo todos los duendes confusos. He sentido la mayor felicidad, la mayor paz. Y también mucha ansiedad, y nostalgia a ratos, me he enfadado, he estado exhausta y eufórica. Satisfecha y frustrada. He querido desaparecer y quedarme para siempre. He estado nerviosa, melancólica, extremadamente alegre, extremadamente asustada. Tensa y relajada.

A veces todo a la vez. A veces, nada de nada. He latido versos. Me he quedado sin palabras. He tenido pesadillas por las noches y he vivido sueños por las mañanas. Me he sentido igual que cuando te estás quedando sin aire y sacas por fin la cabeza del agua. Me he sentido ahogada.

Las ojeras son ya tan frecuentes como las propias gafas. Me he visto al borde del colapso y sin embargo siento aversión por la almohada.

Me he callado muchas cosas, y he dicho otras que sobraban. No puedo hacer balance de cómo me encuentro, hay demasiados frentes abiertos ahí dentro.

No soporto el ruido. No soporto el silencio. Amo y odio el espacio y el tiempo.
Nunca había vivido en polos opuestos. Y es que, cuanto más arriba, también mas lejos. He volado libre, he sentido vértigo. Orgullo y vergüenza. El abrazo más cálido. El frío más gélido. Me he sentido capaz de todo y paralizada de miedo.

El caso es que no duermo. Que suspiro, que respiro, que vivo, que muero, que muerdo, recuerdo, escribo, quiero.

Que yo quiero soltarlo todo. Lo que pasa es que no puedo.

Esta noche parece una más de insomnio. Y a ver a cuántas llego.


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