sábado, 13 de julio de 2013

Mis cicatrices.

 Yo nací con un hemangioma cavernoso hereditario. Venía a ser una mancha rosa de nacimiento, que luego se fue haciendo un bulto que decidieron quitarme por lo que pudiera pasar.

El caso es que yo estaba tan acostumbrada a tener el bulto rosa (tenía hasta nombre, Pepito) como estoy ahora a verme la cicatriz, que viene a medir unos 8-10 cm.

Pero hoy, no sé por qué, he reparado en ella. En que nací con esa zona marcada y aunque ahora no sea la misma marca, la voy a tener hasta que me muera. Antes era algo que podía hacerme daño. Ahora es algo curado. ¿Moraleja? Aunque cures un daño, queda marca. Para siempre. Y no es sólo una cuestión de aspecto. Mi piel no es igual al tacto.

Pues por dentro pasa lo mismo. Por dentro estoy hecha prácticamente de cicatrices. Quiero decir que aunque son cosas que ya están cosidas, han dejado un tacto extraño. Y algunas se abren. Y otras se han hecho tan fuertes.

Cuando alguien me ve sin ropa por primera vez y llega a la cicatriz, ahí me empiezo a sentir desnuda. Soy muy sensible con ella y salvo que sea con mucha, mucha delicadeza y muy despacio, prefiero que nadie toque, acaricie ni bese.

¿Y por dentro? Lo mismo. Sólo que ahí no hay ropa que quitar, hay muros que romper. Y desnudarme por dentro siempre me ha dado miedo y vergüenza a partes iguales. Y salvo que sea con mucha, mucha delicadeza y muy despacio, prefiero que nadie toque, acaricie ni bese.

1 comentario:

  1. Creo que es de las pocas cosas que tenemos todos en común, las cicatrices.

    ResponderEliminar