viernes, 4 de enero de 2013

Undécima parte. La aparición del Monstruo.

Llevaba apenas una semana de nuevo en su choza cuando el Monstruo finalmente apareció.

Siempre sentía el mismo nudo en el estómago, el mismo escalofrío, las mismas náuseas, el mismo sudor frío en la frente sin importar cuántas veces le hubiera visto antes. Sólo que cada vez estaba más deformado, más grande, más podrido, más sediento, más enfurecido.

La cazarrecompensas tardó una fracción de segundo en recuperar el color, respirar y llevarse las manos a la cintura para coger sus cuchillos.

- Ya sabes...que no vas...a conseguir...nada... - gruñó el monstruo antes de abalanzarse contra ella y con un sólo brazo dejarla inmóvil contra la pared, apretándole la garganta.

La cazarrecompensas consiguió clavarle un cuchillo, y, al hacerlo, se le abrió a ella una herida exactamente igual a la que produjo.

Gritó.

El monstruo se sacó el cuchillo como quien se quita una pelusa y conmenzó a golpearla una y otra vez.

Llegado este punto, intentar defenderse era un gasto de energía estúpido. Así que aguantó.

Con heridas en la frente, los labios, el pecho, las muñecas y el vientre, la cazarrecompensas miró detenidamente desde el suelo, encogida y temblando, cómo se marchaba el monstruo de su choza.

Llevaba años intentando acabar con él. Años luchando contra él y haciéndole más fuerte en vez de debilitándole. El monstruo se lo había llevado todo. Fue el motivo por el que se hizo cazarrecompensas. Es el monstruo quien más daño le había hecho nunca, y también quien más cosas le había enseñado.

Quien le enseñó que pueden arrebatártelo absolutamente todo en un segundo. Quien le enseñó a ver la belleza en todo lo que no había destruido, e incluso en las ruinas de lo que sí destruyó.

Pero por mucho que hubiera aprendido, tras cada encuentro con él sus fuerzas siempre flaqueaban. Entre sollozos, pudo articular "¿Por qué no me matas de una puta vez?".

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