miércoles, 2 de enero de 2013

El éxito (primera parte).

Partiendo de la base de que el lenguaje es una simple herramienta que utilizamos para intentar referirnos a conceptos abstractos, y que la relación que guardan muchos de esos conceptos con las palabras que nos hemos inventado para designaros puede llegar a ser muy subjetiva -lo cual en realidad es la causa de muchos de nuestros conflictos interpersonales-, es indudable que existe un valor "normal" para cada concepto.

 Este valor normal con frecuencia nos es inculcado y mostrado no sólo como deseable, sino como único. Y como la sociedad y el mundo cambian continuamente, según qué momento se nos impondrá un cánon de normalidad concreto.

Hablando del éxito, no tengo ni idea de qué definición tiene en un diccionario, pero hace tiempo que se nos viene diciendo que éxito es tener cuanto más dinero mejor, un coche cuanto más lujoso mejor, una casa cuanto más grande -y por mucho que contenga habitaciones cuya existencia careczca totalmente de sentido alguno- mejor, cuanto más, más, más, y casi siempre material, mejor.

Ese no es mi éxito. No es a lo que yo aspiro. Ni al éxito como reconocimiento social, que es otra acepción frecuente.

¿Y qué si yo necesito menos? ¿Es que de verdad necesitamos tantas cosas? En los tiempos que vivimos, lo más seguro es que tarde mucho tiempo en encontrar un trabajo, más aún un trabajo que se corresponda con mi formación. Y seguramente viva de alquiler. Y seguramente no tenga un coche. Pero insisto en que me da absolutamente igual. Éxito es vivir, es no dejar de ilusionarse, es no dejar que te aplaste este sistema.  Éxito es aprender que la felicidad -que es otra cuestión- está en ti y no en lo que tienes, porque todo lo que tienes está sujeto a ser perdido, tampoco en las circunstancias, porque estas, en cualquier momento se pueden volver muy putas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario