domingo, 16 de junio de 2013

Duodécima parte. Premisas para (sobre)vivir.

1. La estabilidad no existe. Macro ni microscópicamente: cada circunstancia/aspecto de la vida puede cambiar en cuestión de segundos, nada es fijo, hay compuestos químicos "estables" que en realidad alternan una conformación con otra continuamente, su estabilidad reside en el cambio.

2. Todo termina. Lo material y lo inmaterial. Comprendiendo que todo es finito, más allá de caer en un pesimismo con ideas como "nada merece la pena porque nada permanece" eres capaz de disfrutar ese algo en cuestión precisamente por su fugacidad. Mientras exista, disfruta.

3. Todo sigue (todo pasa). Esta premisa parte de la anterior y significa que aunque es un hecho de que todo es finito, cuando algo termina el resto de cosas permanece.

4. El momento (El tiempo no existe). El pasado no se puede cambiar, el futuro es incierto, así que vive en el momento, que el tiempo sólo existe porque lo quisimos inventar. No me gusta medir el tiempo en años, días, horas, minutos o segundos. Estas unidades han sido inventadas por nosotros para facilitar el orden de los momentos, que para mí son cada una de las experiencias que vivimos (es el ahora y el conjunto de circunstancias que le acompañan: dónde te encuentras, con quién, haciendo qué, cómo te sientes; y este cambia cuando cambia cualquiera de las circunstancias).

5. El millón de posibilidades. Asumiendo que todo lo que tenemos es el momento y que este puede ser infinitamente distinto un momento después, es evidente que lo que hagamos-no hagamos, digamos-no digamos e incluso pensemos-no pensemos, influye en el momento siguiente, y de una forma natural procuraremos que nuestras acciones, entendidas como cada una de las tres variables anteriores (y alguna más) irán encaminadas a los momentos que de algún modo queremos vivir (conseguir nuestros objetivos). Vivir el ahora no significa no tener metas, significa que las conoces y las dejas en un segundo plano para ir a conseguirlas, porque si permaneces en esas ideas, no tienes poder de acción para hacerlas pasar de ideas a momentos reales.

6. Lo que está en mi mano. La premisa anterior es aplicable a las circunstancias sobre las que tenemos cierto control, pero existen muchas más para las que somos meros espectadores o tenemos una influencia ínfima (por ejemplo, podemos solicitar un empleo, mostrar nuestras mejores habilidades y tener la mejor actitud para conseguirlo, pero es todo lo que podemos hacer, que suceda o no, depende de algo más). Por eso, siempre hay que tener en cuenta que aunque estemos actuando de manera que vivamos la vida que queremos vivir y seamos quien queremos ser, no todo depende de nosotros, por lo que debemos asumir de antemano que las circunstancias, muchísimas veces, no nos van a ser favorables.

7. Aprender a no esperar. Esto se deriva de lo anterior, no tiene sentido esperar que circunstancias que nada tienen que ver con nosotros sean de una forma u otra.

8. No tener miedo (El fin de los ¿y si...?). El miedo es un instinto, que surge ante un posible peligro; dado que en lo conocido creemos no estar expuestos a demasiado peligro, es frecuente tener miedo a lo desconocido, al cambio de las circunstancias. Pero, y prometo no mencionarlo más veces, las circunstancias no dependen de nosotros, es tan absurdo esperar algo como temer algo.  Por tanto, es igualmente absurdo actuar (hacer/no hacer, decir/no decir) con influencia del miedo. Con esto se eliminan los molestos "¿y si...?", porque en cada momento se ha actuado según lo vivido-experimentado en él.

9. Lo que queda (eres tú). Lo único que con certeza no se va a terminar hasta que no termine tu vida, es tu vida. Lo único que no vas a perder a pesar de perderlo todo eres tú, aunque siempre puede uno perderse un poco.


Y, sin embargo, no quiero que termine aquí.

(Nota titulada "Lo que de momento he aprendido como cazarrecompensas", encontrada en un campamento a mitad de camino del cielo y el mar)

No hay comentarios:

Publicar un comentario